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Una cúpula entre algodones

Una estructura de madera soporta el peso y asegura la estabilidad de la capilla del Rosario

Una estructura de madera soporta el peso y asegura la estabilidad de la capilla del Rosario

La cúpula del crucero de la capilla del Rosario, decorada con pinturas murales del siglo XVII, en el conjunto monumental de Santo Domingo, concentra los daños más significativos sufridos en este templo, sede religiosa del Paso Blanco, como consecuencia de los seísmos del pasado 11 de mayo.

Afirmar que en la actualidad se cuida entre algodones puede parecer un tanto exagerado, pero lo cierto es que, desde el primer momento, la labor de consolidación para evitar mayores daños fue exhaustiva y minuciosa. Ha sido necesario montar un andamiaje metálico de tres mil metros cúbicos de treinta metros de altura por diez de ancho en la base, coronado por una cimbra de madera de pino. La estructura ha sido creada ex profeso por artesanos ebanistas para que la bóveda asiente sobre la estructura por completo y asegurar su estabilidad.

Los detalles técnicos los ha facilitado el vicepresidente de Patrimonio Cultural de la cofradía blanca y director del museo, David Torres del Alcázar, que desde el primer momento ha estado pendiente de las medidas de urgencia para garantizar la estabilidad del edificio y evitar mayores daños.

Torres del Alcázar explica que «la bóveda semiesférica ha resultado dañada a la altura de ochenta centímetros de su base, con una desviación hacia el exterior del arranque de unos once centímetros. La situación es por tanto muy delicada, y por eso se han aplicado medidas minuciosas para que el deterioro final sea mínimo o nulo».

Ahora corresponde a los técnicos aplicar las medidas correctoras necesarias para que esa cúpula recobre, en primer lugar, su estabilidad y la posición adecuada. Después vendrá una segunda parte que es la restauración de las pinturas murales que la decoran.

Las pinturas fueron realizadas entre los años 1743 y 1744 por el pintor Bartolomé Martínez Fernández de Espinosa sobre una obra anterior, probablemente de escaso valor artístico, y están rematadas con un pinjante ornamental en forma de florón colgante colocado en la intersección de los nervios de la clave de una bóveda. Es de madera tallada y está firmada por Jerónimo Caballero.

Torres del Alcázar resalta el valor de la obra pictórica de la cúpula «con la excepcional importancia de encontrarse en estado original, sin intervenir en ningún momento. Los frescos representan con notable calidad la apoteosis del Rosario, con la técnica del temple sobre la cúpula de ladrillo macizo. Esta característica permite conocer la obra con su colorido original sin variaciones creadas por repintes, actuaciones posteriores o restauraciones más menos felices, como suele ser habitual en estos casos».

Se trata, resalta Torres del Alcázar, «del único ejemplo en su género de la ciudad y uno de los conjuntos pictóricos parietales más importantes de Lorca». Como detalla el dirigente blanco «estas pinturas presentan una compleja, y eficazmente resuelta, perspectiva presidida por la figura de la Virgen con el Niño en su brazo izquierdo, lo que sitúa la figura de Jesús en el lugar de honor de la bóveda celeste tras la clave reservada a la representación del Espíritu Santo en forma de elegante paloma. Santo Domingo de Guzmán se arrodilla ante la Virgen besando el Rosario, haciendo el ademán de lo propio Santa Catalina de Siena con el que lleva el Niño Jesús en mano.

El conjunto de la semiesfera se decora con una corte de arcángeles, ángeles y querubines envueltos en celajes en tejidos volados de clara inspiración miguelangelesca. La bóveda se inicia en su arranque con cuatro ventanales de traza oval dispuestos hacia los puntos cardinales según la cruz de planta, enmarcados en arquitecturas fingidas alternas de medallones con golpes de hojarascas que encierran las representaciones de los santos dominicos Vicente Ferrer, Luis de Beltrán y Tomás de Aquino y el franciscano Francisco de Asís.

Las explicaciones de Torres del Alcázar se completan con detalles como que la bóveda, sobre tambor y decoración del más depurado estilo rococó, arranca sobre los arcos torales que conforman cuatro pechinas que, frente a la solución habitual de decorarse con ornamentación vegetal es estucos, se presentan resueltas en medallones de rocalla con las efigies al temple de los pontífices dominicos San Pío V, Beato Inocencio V, Beato Benedicto XI y Benedicto XIII, en clara alusión a la Orden de Predicadores.

Al margen de la cúpula los daños en el interior de la capilla del Rosario no parecen, en principio, demasiado importantes, salvo en el caso de la clave del arco toral, que es el que sustenta la bóveda, y que corría el riesgo de caer. Para evitarlo se instaló en un primer momento un andamiaje de urgencia. En cuanto a los retablos no han sufrido daños de consideración. El más importante, el del altar mayor, del que se conserva un fragmento del original, y fue reconstruido en su totalidad hace unos años, dentro de los trabajos de recuperación del templo.

Fuente: La Verdad