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Un seísmo en el origen de las Casas Consistoriales

Detalle del balcón central sobre la calle Selgas. :: P. ALONSO / AGM

Detalle del balcón central sobre la calle Selgas. :: P. ALONSO / AGM

La toma de posesión ayer del nuevo concejo se hizo al aire libre, en la plaza de España, frente al edificio que alberga al Ayuntamiento. Y puede resultar curiosa la coincidencia de que este acto haya tenido ese marco debido a que los terremotos del pasado 11 de mayo hayan inutilizado los inmuebles que, en otras ocasiones y por tener más capacidad para el público, sirvieron para actos similares.

Descartados pues el Palacio de Guevara y el Teatro Guerra, no ha quedado más opción que hacer la constitución del nuevo Concejo frente a las Casas Consistoriales, un edificio que, en parte, fue cárcel antes que alojamiento de la corporación, y que ha sufrido pocos daños ahora.

La curiosidad, en una mirada retrospectiva, permite comprobar que el motivo por el que se construyó ese edificio fue, precisamente, un terremoto. Corría el año 1674 y el ocho de agosto la ciudad se vio sorprendida por un seísmo con intensidad estimada entre los cinco y seis grados que dañó de forma considerable, entre otros inmuebles, el edificio de la cárcel, que estaba en la entonces plaza de Adentro, zona que hoy ocupa en parte un centro sanitario y una pequeña plaza.

El concejo decidió entonces, en vez de reconstruirlo destinar fondos para levantar una nueva cárcel y se eligió con este fin la plaza de Afuera que se perfilaba ya en aquellos años como un centro urbano preponderante.

Lo que entonces se construyó en realidad fue la mitad del edificio actual, el ala sur, concretamente. La fachada consistía en dos gruesos pilares entre los que estaban colocados tres arcos de medio punto en cada una de las dos plantas, un modelo renacentista que ya sólo era utilizado en los claustros religiosos.

El alarife Martínez Botija se encargó de la albañilería y el cantero Miguel de Mora de los sillares. Las columnas las hizo Juan Tijera, de Macael.

Todo estaba concluido en 1678, año en que el escultor Manuel Caro cobró lo que le quedaba del trabajo de labrar los cuatro escudos, dos del Concejo y otros dos de los Austrias, que había hecho junto con su tío Antonio ya fallecido.

En el año 1737, ante la necesidad de construir unos pórticos que ocuparan todo el frente de la plaza, y tras solucionar las reclamaciones de los propietarios de las casas que había que expropiar, se convocó un concurso de ideas para un nuevo edificio que continuara el de la cárcel. Presentaron propuestas los maestros Tomás Jiménez y Alfonso Ortiz de la Jara. El de este último, tras algunas variaciones relativas a la figura de San Clemente y el escudo real que iban a figurar en su remate, fue el que se eligió.

En realidad ambas ideas eran similares ya que duplicaban la edificación existente, pero convenció más la propuesta de Ortiz de la Jara de un gran arco central sobre la entonces calle del Águila, hoy Selgas, que uniera los dos cuerpos. Toda la decoración del edificio, nuevos escudos y esculturas de la Justicia, la Caridad y un relieve de mármol de San José en el hueco central del tímpano, fue ejecutada por Juan de Uzeta, que la finalizó en 1739.

La forja del balcón central fue del herrero Agustín Manzano, en 1740. La portada lateral, en la plaza del Caño, se terminó en 1737 y tenía como misión conectar directamente el edificio de los regidores con el del corregidor que era la más alta instancia política de la ciudad.

En los años siguientes se regularizó el espacio de la plaza, tomando el aspecto que hoy tiene. Surgieron las salas capitulares de la colegiata, el carrerón de entrada al templo y nuevos edificios particulares. Casi todos los edificios antiguos que permanecen en pie en el entorno de la plaza pertenecen a los siglos XVIII y XIX. El espacio de la plaza Mayor quedó configurado por sus características arquitectónicas y urbanísticas para acoger las más destacadas manifestaciones sociales de toda índole, un escenario indiscutible. El cambio de sede del concejo debió producirse antes de que concluyera la década de los 40.

El edificio consistorial fue remodelado no hace muchos años tras un concurso de ideas y, prácticamente, solo la fachada sobrevivió a los cambios. Esta renovación fue inaugurada por los reyes en octubre de 1994. Permanece, sin embargo, en el interior, en lo que era salón de plenos y hoy se denomina sala de cabildos, la capilla secreta de concejo, incorporada a esa sala en 1768. La imagen de la Inmaculada que en ella se encuentra se atribuye al taller de Alonso Cano.

Fuente: La Verdad