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Hallan restos de pinturas murales de carácter floral en la ermita de San Lázaro

A la izquierda, uno de los técnicos que han participado en el estudio arqueológico encargado por la Concejalía de Obras examina la parte alta de los muros interiores de la ermita de San Lázaro. Arriba, detalle de pinturas murales que se han hallado en una de las hornacinas del monumento. / PATRIMONIO INTELIGENTE

A la izquierda, uno de los técnicos que han participado en el estudio arqueológico encargado por la Concejalía de Obras examina la parte alta de los muros interiores de la ermita de San Lázaro. Arriba, detalle de pinturas murales que se han hallado en una de las hornacinas del monumento. / PATRIMONIO INTELIGENTE

El hallazgo de restos de pinturas murales de carácter floral, correspondientes a una fase anterior de las que se detectaron en las hornacinas de la ermita de San Lázaro, añaden un nuevo interés al proyecto de rehabilitación de la ermita de San Lázaro. Esta está situada en la parte más alta del barrio de este nombre y quedó abandonada y expoliada en la década de los años 30. En la actualidad solo quedan en pie los muros exteriores.

Como paso previo al proyecto, la Concejalía de Obras encargó un estudio arqueológico sobre los restos del edificio que ha sido realizado por la empresa lorquina Patrimonio Inteligente. Las conclusiones serán tenidas en cuenta a la hora de llevar a cabo los trabajos de recuperación del inmueble.

Los expertos que han dirigido el estudio, Juan Gallardo Carrillo y José Manuel Crespo Valero, afirman que en todas las catas realizadas se hallaron restos arqueológicos. En la parte exterior se pudo constatar la existencia de un edificio anexo a la ermita, que ya se conocía por documentación de archivo, y se han documentado diversas superposiciones de pavimentos que delimitan su construcción en el siglo XVII. Este edificio, que pudo ser la vivienda del párroco, sufrió sucesivas modificaciones hasta el sigo XX.

 En otra de las catas realizadas se documentaron niveles de suelos de las últimas fases de uso de la ermita, así como un sistema de alcantarillado del siglo XVIII que afectaba a una serie de fosas con enterramientos humanos. Casi todas esas fosas estaban alteradas y con rellenos diversos en época moderna. Solo en una de ellas se pudieron documentar los restos de dos individuos infantiles.

Los arqueólogos concluyen que «se pueden definir cuatro fases de la ermita, visibles a falta de nuevos datos. Un fase primitiva fechada en el siglo XV, donde lo más representativo era un rosetón gótico del que quedan algunos restos, que se hallaría emplazada en la parte central de la actual ermita».

Enterramientos en el interior

Una segunda fase, que el padre Morote define en unas reformas del siglo XVI, en las que se pueden adscribir los paños murales situados bajo los enfoscados de la tercera fase, y los enterramientos en el interior de la ermita. «En esta fase, que habría que fechar a finales del siglo XVII o principios del XVIII, se aprecia una gran reforma de la ermita, recreciéndola tanto por su parte norte, con la creación de un camarín que pudo tener funciones de sacristía, como en la parte sur, y levantamiento también, anexa, de la vivienda del párroco».

El estudio apunta a que el edificio se hallaría protegido de las distintas avenidas de agua de lluvia por un sistema de canalización exterior. A la espalda de la ermita se inicia la conducción del llamado buzón de la ramblilla, que recoge las aguas pluviales de una amplia zona.

Fuente: La Verdad de Murcia