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El temblor que perturbó la paz eterna

El ángel de uno de los mausoleos de la calle central, tirado en el suelo tras desplomarse. :: S. M. L. / AGM

El ángel de uno de los mausoleos de la calle central, tirado en el suelo tras desplomarse. :: S. M. L. / AGM

Presidía la entrada del cementerio de San Clemente. Majestuoso, blanco y de piedra, no pasaba desapercibido para nadie. Era el ángel del camposanto. Una especie de personificación de ese algo al que los familiares confiaban el descanso eterno de sus seres queridos. Ha caído. El ángel de uno de los mausoleos del recinto funerario no ha aguantado la embestida de los terremotos del pasado 11 de mayo y se ha desplomado. Boca abajo, aguarda a que los operarios lo rescaten para devolverlo algún día a su pedestal. Un lugar desde el que seguir siendo guardián de las despedidas entre los que se quedan y los que se van.

De entre los restos de una lápida descolgada de uno de los nichos se puede recomponer el ‘descanse en paz’ que nunca un terremoto debería haber alterado. Afortunadamente, las estructuras colectivas no han sufrido daños graves, sólo pequeños desprendimientos. Peor paradas han salido las capillas, especialmente el conjunto histórico que está declarado Bien de Interés Cultural. La mayoría de estos panteones se encuentran en las calles principales del cementerio.

Son edificios neogóticos o con diseños vernáculos que recuerdan la arquitectura barroca lorquina. Algunos datan del siglo XVIII. Están considerados patrimonio histórico del municipio. «La mayor parte de las capillas BIC están muy dañadas. Se han descolgado frisos, cornisas, algunos pilares y elementos decorativos. Los primeros días después del terremoto no vino mucha gente. Era lo normal. La gente estaba preocupada de las casas de los vivos, no de los muertos. Cuando las cosas se han tranquilizado, ya han venido a ver qué había pasado. Los propietarios de las capillas van a tener que invertir en sus reparaciones», comentaba en la jornada de ayer un responsable del cementerio municipal.

Peor en San Cristóbal

En el otro extremo de la ciudad, en el barrio de San Cristóbal, los daños en el cementerio han sido más numerosos. De hecho, se encuentra cerrado al público por motivos de seguridad. «Hasta que no vengan los técnicos y decidan qué hacemos con los desprendimientos que ha habido, no podemos abrir. Los nichos no han sufrido tanto como las capillas. Afortunadamente no hay ninguna tumba abierta, pero sí es verdad que algunas de las capillas están muy destrozadas. La iglesia correrá con los gastos de las zonas comunes. Al resto tendrán que hacer frente los familiares», afirmaba ayer el párroco de la iglesia de San Cristóbal, Régulo Cayuela.

A día de ayer aún no había una valoración económica de los daños en los camposantos porque los técnicos aún están haciendo balance. El mismo que hacía María Solís, una asidua al cementerio de San Clemente que, con ramo de claveles en la mano, se acercaba cabizbaja. «No hay muchas fuerzas para hablar. La pena ahora no está aquí, está en la ciudad, en las familias que se han quedado sin casa y están viviendo un auténtico drama. Nuestros fallecidos ya no sufren, nuestros familiares vivos sí. Por ellos hay que rezar en estos momentos».

Pero la muerte no es el fin y el tópico lo deja claro: mientras hay vida, hay esperanza. Y vida hay, así que no hay tiempo que perder. Los operarios ya se han puesto manos a la obra en otros cementerios, como el privativo de las monjas Clarisas. El inmueble quedó seriamente dañado cuando la iglesia conventual se vino abajo. Parte del templo cayó en el tejado y como consecuencia algunos féretros quedaron a la luz, lo que obligó a las monjas a reclamar de urgencia la rehabilitación. Es importante tratar de acabar la obra en este edificio patrimonial antes de que la lluvia haga acto de presencia.

Fuente: La Verdad