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El cementerio guarda las huellas del seísmo

Los restos de las antiguas capillas que derribó el terremoto están almacenadas a la espera de la restauración. :: PACO ALONSO / AGM

Los restos de las antiguas capillas que derribó el terremoto están almacenadas a la espera de la restauración. :: PACO ALONSO / AGM

Muchos madrugadores se pueden encontrar estos días en la tradicional visita al cementerio de San Clemente de cara a la festividad de Todos los Santos. Limpieza de nichos o de capillas, colocación de flores en recuerdo de los familiares fallecidos y, también, una mirada general al camposanto para comprobar su estado.

Los trozos de esculturas y bloques de piedra que los terremotos de mayo del año pasado tiraron por tierra desde lo alto de las capilla más antiguas y de más valor monumental no están al pie de las mismas. Pero, al levantar la vista, se puede comprobar que tampoco se han vuelto a colocar en sus emplazamientos.

Ninguna de esas capillas neogóticas del conjunto declarado Bien de Interés Cultural, que ocupa la calle principal del cementerio -incluida la capilla mayor, todavía rodeada de vallas protectoras-se ha restaurado. La desaparición de los restos caídos es circunstancial para que no estorben a los visitantes.

En una de las zonas de ampliación del recinto se han colocado esos restos, frisos, cornisas, algunos pilares y elementos decorativos, eso sí, adecuadamente identificados para que puedan volver a ocupar su sitio en cuanto los propietarios decidan la rehabilitación. Pero, por lo que parece, la decisión no será inmediata. Han esperado más de un año para ver si Cultura, al tratarse de panteones que tienen un cierto grado de protección, dedicaba algunos fondos a la restauración, y esperarán más tiempo. El resto del camposanto está en perfecto estado de revista porque, en este año transcurrido, se han subsanado los daños de los seísmos. Sin embargo, las lluvias torrenciales de finales de septiembre, con la ayuda de una pequeña rambla, se llevaron por delante un muro en el aparcamiento exterior, una cicatriz que está pendiente de solución. «Habíamos advertido a la Confederación del peligro que suponía por la cantidad de cañas que ocupaban el cauce», dice el encargado.

Fuente: La Verdad